Por un pasillo, en solitario, se internó el pequeño explorador, en busca de tres osgos que vivitos en su anterior visita habían quedado. Precavido era, pues de escuchar tras la puerta se acordaba.
-Oyes ronquidos -informó el Master-; pero no sabes si son tres o solo dos los que roncan.
-Entraré, y sus gargantas cortaré- respondió el explorador. Buscaba, al parecer, hacerse con todos los PX para el solo.
La puerta abrió con sigilo, pero solo dos dormían. El otro, sentado, guardia hacía.
-¿Qué haces aquí? -gruñó el osgo.
Nada respondió nuestro pequeño explorador, salvo el roce de sus armas al salir de las vainas.
Cinco golpes logró darle al osgo, hasta acabar con su vida, pero para entonces los otros dos habían despertado, y el que caía muerto, con un solo golpe, mucho daño le había causado.
-Puedes huir -le dijo el Master-. Tus amigos no están lejos.
-¡Ataco! -respondió el explorador, y esas fueron sus últimas palabras.

Ay las, pobre Quarion… Apenas le conocí, pero a un tocayo suyo sí…